Full text: [2] (2)

3030 LAURO LAURI 
“¿Cómo está mi sobrino aquí?—preguntóse abriendo des- 
mesuradamente los ojos—. ¿Quién le habrá traído a este an” 
tro infernal?” : 
Don Juan tenía fundados motivos para aborrecer las dro* 
gas malditas, que habían matado o, por lo menos adormecido, 
la inteligencia de su padre. Don Juan, cuando sorprendía UN 
fumadero de opio lo cerraba y multaba o mandaba meter en 
la cárcel a su dueño. Al ver medio muerto al hijo de su her- 
mano sintió que la sangre se le subía a la cabeza. 
-—¿ (Quién ha traído aquí a este joven?—inquirió. 
——Un servidor—dijo un indígena que estaba al lado de Ma- 
nolito Aracil. 
—¿Tú? ¿Y quién eres tú? 
—Tao-Mao, el servidor de la Misión. Hemos venido esta 
mañana a vender las pieles de dos tigres que matamos hacé 
unos días. 
—¿Y quién te ha mandado traerlo a esta casa? ¿Quieres de”, 
círmelo? . 
«—El propio doctor, que quería soñar para ver a su madre, : 
Onedas detenido. ; | 
Tao-Mao fué Hoyado a la cárcel, y Manolito, a caza de 
dov Juan. Hecha esta peovnoña aclaración, reanudemos el hilo 
dé nuestra narración en el momento en que Manolito le dijO 
a su tío que el abuelo había desaparecido de la casa. 
iré que buscarle por toda la ciudad—dijo el hijo ma- 
yor «del * Misterioso”, 
—$Si quiere usted que le acompañe, lo haré con mucho gus- 
to. Ya me noto bien. 
No. Tú aún no estás bien del todo, y te hacen falta oftros 
dos días de descanso. | 
¿Qué dirán de mí en la Misión? 
li endo lo 
-— Mañana mandaré a un hombre ton una earía
	        
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