1956 LAURO LAURT
: —Lo repito, señora, que me es muy penoso
que me trae a esta casa,
—Bien, bien... Dígame de qué se trata.
—$0e trata de una niña.
—Egsa niña es mi hija, que me fué robada por mi esposo y
que yo he recúperado. :
Jordán hizo con la cabeza un movimiento que indicaba
una negación.
-—Me consta que no ha sido usted, señora mía
—¿Quién ha sido, pues?
-—Un hombre que dicen que es médico.
—No, señor.
—El honrado matrimonio que tenía a la niña así lo afirma,
y yo, por mandato de don Alvaro, he de llevar el asunto a los
tribunales.
—Hágalo usted. No habrá juez en España que mé niegue el
derecho de tener a mi lado a mi hija.
—Olvida usted que la mujer que abandona el domicilio con-
yugal pierde todos sus derechos.
—Y usted olvida que el hombre que dispara un tiro contr:
un niño merece que se le escupa a la cara y se huya de él como
de un apestado.
—Don Alvaro no disparó contra el piño, sino.,
—Adelante. :
—Disparó contra don Manuel Aracil por creerle el amante
de su esposa.
—Un juez íntegro no lo tendría en cuenta.
—Bien; no quiero insistir, Ya le he dicho a usted antes que
la misión que me traía a esta casa era muy delicada,
—Le aconsejo que no vuelva a insistir, Mi hija es sólo mía,
y para que vuelva a poder de mi esposo me la tendrán que
arrancar a la fuerza de mis brazos.