LA LEY DEL AMOR 3067
Don Juan, al verle en aquel estado, salió de la habitación.
Rosita.
sentada.
en eambio, no se movió de la silla donde se hallaba
+ Después de aquel sileneio Manolito miró con incoheren-
“IS en torno suyo.
¿Y mi tío?—preguntóle de pronto a la japonesita—. ¿Ne
a Marchado mi tío Juan?
—Hace un poco que salió de esta habitación.
—¿Y me ha dejado solo?
TMe tienes a mí, que no te abandono... Y si tú QUISICrAas...
—¿Qué?
TMe marcharía contigo a España para que no hicieras el
Viaje solo.
TMuy bien—dijo don Juan Aracil entrando en aquel ins-
tante en la habitación—, Me parece muy bien que quieras
Marcharte con Manolito. Aceedo a ello para tranquilidad
Mía, :
Manolito también accedió, v al día siguiente su tío Juan
*iCÓ el pasaje para la bella japonesita.
Acto seguido se dirigió a hospital y pidió la excedencia
Bor un
tr
año.
Pranseurrido el año, pediré otro sl quiero
tiendo
segulr resi-
en la Misión.”
Y del hospital regresó a su casa, donde se puso a arreglar
unos documentos.
“¡Quién pudiera ir a Españe' y permanecer allí aunque
MO fueran más que tres días!” .
Aquella noche no logró conciliar el sueño. ¡Cuántas des
Sacias le habían sucedido en do: días!
T. . " r y
Un pensamiento comenzó a aterrarse a su mente: no re-
DlbOG y ME da . q
S'esar de la Misión y hacer la vida de aquellos abnee:
Vivi
ados y
Osos misioneros,