3140 LAURO LAURI
-—Un vasito de te es cuestión de un minuto
—Bien. Tráemelo.
Tao-Mao acercóse a la lumbre y se puso a hervir el té.
En aquel momento sonó un cuerno parecido al que usal
los navegantes del mar Amarillo. Juan Aracil as omóse a la
puerta y vió dos juncos chinos tripulados por cuatro hombres
cada uno. Aquellos hombres les buscaban. Uno de ellos er
Fray Bernardo.
El doctor formó con las manos un embudo y llevándoselas
a la boca le llamo:
—¡Fray Bernardo! ¡Aquí! ¡Aquí!
Tao-Mao cogió una toalla y subiéndose en una roca Om"
pezó a agitarla,
El cuerno volvió a sonar con más fuerza, y uno de los tri"
pulantes agitó su gorra azul.
—Nos han visto y reman hacia nosotros—dijo el siamés.
Y salió corriendo hasta llegar al lugar donde habían de-
jado sujeto el tablón. Junto a éste atracó uno de los juncos, Y
de él se alt aron a tierra Fray Bernardo y un marinero.
El religioso abrió los brazos al ver a don Juan, y óste le
contó todo lo que les había sucedido desde que salieron de la
Misión.
Al llegar al punto en que Tao-Mao tiró el cuchillo a Tal"
gua, Fray Bernardo hizo un gesto de disgusto.
—¿Y ha muerto?—inquirió, mirando a Tao-Mao—, ¿Has
matado a un hombre?
—Que nos quería matar a los cuatro.
Don Juan le tranquilizó diciéndole que el chino no había
muerto.
—No sé si operarle aquí o llevarle a la Misión, donde podría
anestesiarle.