1972 LAURO LAURI
latido en las entrañas y no dudé de.la triste realidad. Menos
mal que mi hijo...
—¿Qué?—le preguntó con seco acento su cuñado.
-—Que mi hijo tendrá un nombre el día de mañana y, además
será millonario.
—¿Quieres explicarte? ¿Quieres decirme quién le dará a tu
hijo los millones?
—¿No lo adivinas? Te lo diré para sacarte de dudas.
Acto seguido Blanca contó a su cuñado que don Abel la
quería con locura, y que ella accedió a ser su esposa para que
su hijo no fuera el día de mañana un hijo del arroyo,
—¡Por algo querrá dar su nombre a tu hijo! —balbució don
Juan Manuel.
—No. Te juro por lo que más quieras que aún no he sido
suya.
. —¿Y accede a darte su mano y a dejar la herencia a tu hijo
el día de su muerte?
—Accederá porque le haré pasar por hijo suyo.
—¿Entonces...?
—Mi matrimonio será dentro de ocho días, por lo que na
sospechará nada.
Don Juan Manuel rugió como un león herido.
—¡Muy bien, mujer! Que seas muy dichosa con él y que
muy pronto seas su heredera,
Blanca se estremeció. ¿Tría Juan Manuel a hacer con él
lo mismo que pretendió hacer en Antequera con Armengod?
Que viva muchos años. Todos los que mi hijo tarde en
ser mayor de edad—dijo.
—Que viva y le quieras mucho, ya que a mí no me has que-
rido. -
—Ni tú a mí, puesto que si me hubieras querido no hubieras