3210 LAURO LAURI
que prepararnos una buena comida mientras paseamos po!
el monte.
—La comida la preparará la Rufina, que guisa mejor que
en el Ritz—dijo Antoñete—. Yo les acompañaré y les ma-
taré unos conejos para que se los lleven a Madrid.
—Muy bien—aprobó Adolfo—. También queremos que
nos prepares una olla con miel y algunas frutas y hortalizas
para que vean mis amigos lo que se cría en mi dehesa.
—Y si quieren un saquito de bellotas, también puedo pre”,
pararlo. Son más dulces que la misma miel. ds
-—Todo lo que tú quieras, Antoñete. Al marcharnos ya Y
daré una huena propina para que te compres lo que te hag2
falta,
Alegróse el rostro de Antoñcte, que les invitó a entrar eN
la casa, preguntándoles si habían desayunado, para en Cas0
contrario prepararles un bocadillo,
—No—dijo Adolfo—. Si almorzamos ahora, no tendremoS
apetito para la comida del mediodía.
El guarda les presentó a su esposa, que era una muje!
muy tímida, la cual casi no supo saludarles.
—No se extrañen ni lo tomen a mal, pues como no sale nun-
ca de aquí, está a la altura de las ovejas que pastan en la
dehesa.
Adolfito echóse a reír, lo que acabó de avergonzar a Ru-
fina, que, como muy bien había dicho su marido, apenas
sabía hablar.
—Hablar no sabrá; pero lo que es guisar hace unos arroces
que se chupa uno hasta el dedo meñique-—dijo el guarda—-
¿Quieren que les prepare un arroz con pollo, jamón y C0”
nejo, como no habrán comido nunca en -Madtid?
-—Conformes—dijo Miraflorez—. Mientras lo prepara 105"
otros vamos a-dar un paseo por el monte.