Capítulo CXI
LA TRISTEZA DE MARITINA
arilina notó en Abelín cierto desvió
y en seguida se figuró su Causa. El
joven la quería y estaba celoso de
Adolfito.
“Muy agradecida; pero yo, PY
el solo hecho de haberme regalado
la medalla, no puedo corresponder ? '
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su amor. Mi papá se opondría y qu
zá mo recluiría en un convento en cuanto se enterara. A [|
él le despediría de la quinta y a mamá la reñiría.”
Tros días estuvo sin bajar al jardín, pero una noche, Y
eso de las diez, creyéndole acostado, bajó al jardín y se di- t
rigió al pasoo de los álamos, acompañada de Rosita de Te-
—¡Qué noche más hermosa! No hace frío.
—No lo hace, no—repuso la japonegita—. Yo no me h
puesto el abrigo.
Se pusieron a hablar, la una de la Indochina y la otró