3228 LAURO LAURI
—El ladrón hizo cuanto pudo para volverle en sí, pero M0
pudo...
—¿Y no sabe usted quién es ¿se mozo, ni si tard
. y 4
en marcharse?—le preguntó Manuel, que también tenia
sl $0
s mucho
desde, niño algunas dotes detectivescas y quería. ver
ponía sobre el rastro del ladrón—. Quizá aún esté en alguna
habitación.
Doña Margot se puso más blanca que la cera y miró con
terror a la puerta del despacho. Manolito, que era muy atre”
vido, recorrió en un momento toda la casa, pero no encontró
ni un alma en ella. El ladrón debía de haberse marchado añ-
tes que ellos llegasen, llevándose las alhajas de la..esposa del
señor Miraflores,
Hecho esto, y viendo que el matrimonio ya estab
blando con su hijo, bajó la escalera y entrando en el cual
donde se hallaba el contador del agua hizo volver en sl
la muchacha, quien contó lo poco que sabía.
—Un muchacho con un moño azul subió la escalera y W*
dijo que quería examinar el contador del agua, Yo bajé coB
él, y al llegar a este cuarto me aplicó un pañuelo que olía
muy mal. Y no sé nada más. El señor Antero quizá sepa algo
a har
to
a
más que yo.
Manolito la mandó subir al piso de arriba, y ante don
Adolfo y doña Margot le mandó declarar lo que sabía. Muy
poco más pudo añadir a lo que ya había dicho.
—Basta—exclamó don Adolfo—. El que tiene la culpa es
Antero, por haberle dejado entrar.
Y mandándole subir le reprendió. /
Antero se disculpó como pudo, y milagrosamente NO fue
despedido.
Doña Margot estaba inconsolable por haberse quedado
sin sus alhajas.