Full text: [2] (2)

3228 LAURO LAURI 
—El ladrón hizo cuanto pudo para volverle en sí, pero M0 
pudo... 
—¿Y no sabe usted quién es ¿se mozo, ni si tard 
. y 4 
en marcharse?—le preguntó Manuel, que también tenia 
sl $0 
s mucho 
desde, niño algunas dotes detectivescas y quería. ver 
ponía sobre el rastro del ladrón—. Quizá aún esté en alguna 
habitación. 
Doña Margot se puso más blanca que la cera y miró con 
terror a la puerta del despacho. Manolito, que era muy atre” 
vido, recorrió en un momento toda la casa, pero no encontró 
ni un alma en ella. El ladrón debía de haberse marchado añ- 
tes que ellos llegasen, llevándose las alhajas de la..esposa del 
señor Miraflores, 
Hecho esto, y viendo que el matrimonio ya estab 
blando con su hijo, bajó la escalera y entrando en el cual 
donde se hallaba el contador del agua hizo volver en sl 
la muchacha, quien contó lo poco que sabía. 
—Un muchacho con un moño azul subió la escalera y W* 
dijo que quería examinar el contador del agua, Yo bajé coB 
él, y al llegar a este cuarto me aplicó un pañuelo que olía 
muy mal. Y no sé nada más. El señor Antero quizá sepa algo 
a har 
to 
a 
más que yo. 
Manolito la mandó subir al piso de arriba, y ante don 
Adolfo y doña Margot le mandó declarar lo que sabía. Muy 
poco más pudo añadir a lo que ya había dicho. 
—Basta—exclamó don Adolfo—. El que tiene la culpa es 
Antero, por haberle dejado entrar. 
Y mandándole subir le reprendió. / 
Antero se disculpó como pudo, y milagrosamente NO fue 
despedido. 
Doña Margot estaba inconsolable por haberse quedado 
sin sus alhajas.
	        
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