LA LEY DEL AMO! 3229
—No te apures, mamá—le dijo Adolfito.
—iNo he de apurarme, hijo mío! ¡Si eran de mi madre,
Y las arra adas, de mi abuela!
Y rompió a llorar con un hipo nervioso.
—i¡No llores!-—le dijo don Adolfo.
Manolito, mientras hablaban, salió y contó a su hermana
Ya Rosita de Té lo ocurrido en casa de don Adolfo.
—=Se ha Nevado las alhajas de doña Margot y quería lle»
Varsesel dinero que tenían en la caja. ¡Si la llega a desce-
Wajar se lleva medio millón!
— ¡Qué horror! ¿Y Adolfito? ¿Qué hace Adolfito?
TArriba, hablando -con sus padres. No tardará: en bajar
Dara llevarnos a la quinta,
HNo, no; que, se quede. Nosotros nos podemos marchar
Mun taxi,
Te lo diré,
e
DI, SÍ:
; díselo, y que baje Merceditas.
- Manolito volvió a entrar en la casa, y Marilina y tiu0-
Vta de Té saltaron al suelo desde el interior del auto,
No tardaron en bajar Manolito y Adolfo; este último
lba muy disgustado.
TQue no, Adolfo—decíale Manolito—. Nosotros nos mar-
haremos en un tax1. Tú quédate al lado de tus padres,
TMis padres ya están más tranquilos, y yo no tardaré en
'Brosar ni un cuarto de hora. .
ÑO, hombre; no—insistió el joven Aracil.
Te digo que sí. ¡Hala! Subid todos, que 0s voy a llevar
la quinta.
Así lo hicj
on, y Adolfo puso el auto a toda marcha.
Doña M seguía Morando por la pérdida de sus al.
Was, y don Atolfo se hallaba. muy irritado.