LA LEY DEL AMOR 3259
,
“A nada más, me voy a llevar la mula al herradero. No tar-
0 ni media hora en regresar. Si usted me espera por aquí,
% eso de las seis saldré para decirle lo que me haya dicho la
Mocita,
“Te espero todo el día si es menester—le dijo el hermano
de Manuel Aracil.
Y sentándose en una piedra vió cómo se marchaba el gi-
tano, el que tardó, muy poco en regresar con la, mula ya he-
Mada. Al pasar junto a él le hizo una seña amistosa con la
Mano, y a los pocos momentos entraba por la pueria de la
MWinta.
Nosotros le vamos a seguir para escuchar cómo dió el
lécado a Marilina.
La mocita hallábase en aquellos momentos pesa mdo por
Mardín. Junto al estanque se hallaban Rosita de Tú y Mer-
“ditas.
El gitano, tras de haber dejado,la.mula en la cuadra, sa-
lg al
log,
%) caus pay la admiración de los demás. jardineros, que
1 . 1 .
Wnca lo hablan visto trabajar. Uno de ellos le miró y echóse
jardín, y cogiendo una regadora se, puso a regar las flo-
reír.
¿Qi 1é te pasa, mal Day o? ¿Te estás riendo de mí porque
Me A puesto a regar las hortensias? Ten mucho cuidado no
to Yaya a dar un estacazo que te rompa los huesos. Ni tú ni
Mngán payo tomáis el pelo a uno de mi raza sin que os abran
“cabeza... ¡Hala! Tú, a lo tuyo; y yo, a lo mío.
El mozo se apartó, porque el gitano tenía muy malas pul-
SS, y éste siguió echando agua en las flores. Marilina, que
los y, abía oído hablar fuerte, acercóse al gitano para ver lo
Me pasaba.
SNada, señorita... Que ese “niño” se estaba riendo de mí,
Y yo le de llamado la atención