Capítulo CLII
LA LLEGADA DE MERCEDES
anolito, mientras escuchaba al gita-
no, se iba poniendo más y. más páli-
do cada instante, No ignoraba que el
jardinero despedido era Abelín, ni
que éste era el que había saltado, tre-
pando por la acacia, a la alcoba de
Merceditas. Al saber que se hallaba
junto a los arbolillos del exterior. de
% quinta se le agolpó la.sangre a la cabeza y decidió obrar
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Dor su cuenta.
No ge paró en. reflexiones, y con aire resuelto dejó sole
Al gitano y salió a la calle para ver si el mocito que esperaba
éh ella a Marilina era tan atrevido como decían. No tardó
M llegar a la arboleda y ver que, en efecto, estaba allí el her-
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ano de ve, sentado én una piedra, y con un cigarrillo
Mba: