LA LEY DEL AMOR 3277
Me he enterado por casualidad, y como no te quiero mal,
€ venido a salvarte. En este momento no soy tu hermano,
“Mo el médico, al que tienes que obedecer.
“¿Y qué havo sino obedecerte? Me tienes inerme y puedes
“cer de mí lo que quieras.
STodo lo que yo haga será por bien tuyo; pero'basta de
lablap de ello, y dime ahora qué es lo que sientes y qué sín-
limas: tuvisto el día que empezó tu enfermedad. No me ca-
8 nada.
TUn raro malestar y mucha ficbre. No comí nada que me
diera hacer daño: dos huevos fritos y un filete.
Manuel le aplicó el termómetro y vió que la fiebre había
“dido mucho. Miró. a, Mercedes y le dijo que siguiera dán-
Ole la, misma medicina.
SY tú no te muevas de la. cama ni'te niegues a tomar los
Medicamentos. Al anochecer te pondrá la Hermana Mercedes
Vtra inyección. Si sigues así, quizá pasado mañana podrás
ar ya algún alimento.
Tras de decir esto se marchó, dirigiéndose a la quinta.
Wante el trayecto visitó a varios enfermos, dos de ellos de
avedad, a los que recetó, además de los medicamentos ne-
“Sariós, aleunas inyecciones.
Al llegar a la quinta se encontró llórando a Mao-Mao
Vue creía que Mercedes se había marchado a Indochina y
Mabía aBandonádo. No había forma de hacerle callar.
SiMe ha dejado solo la Hermanita! —sollozaba, mientras
Mundantés lágrimas corrían por sus amarillentas mejillas—,
¡Mo ha dejado solo en Madrid y se ha marchado a mi tie-
ta! ¿Qué haré yo aquí solo? ¿Qué haré yo aquí solo, si ella
una madre para mí?
Manuel sentóse junto a él y le.-empezó a hablar, dición-
' que la Hermana Mercedes estaba en Madrid asistiendo
dol