3290 LAURO.LAURI
—En cuanto Abelín no me necesite,
Riñó a Mao-Mao por haber sido tan inquieto y le mat*
dó sentarse en la salita.
lí vas a estar más aburrido que en el jardín, viendo
ijo-—. AM tenías liber”
lrás que estar callado,
ne
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regar las flores á los jardineros—le d
tad para correr y hablar, y aquí ten:
porque hay un niño que le duele mucho la ca
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jueño indochino dijo que se estaría en la silla Y,
que no movería los labios ni para hablar.
Manolito se dirigió a su casa, a la que no tardó en llegal»
mus:
chos ratos se entretenía en hablar con su esposa, la cual Y4
Su padre no tenía tanta fiebre como el día anterior, y
no estaba tan inquieta ni tan nerviosa.
PFTroa 1 a 'ANIOTITTIOrOr al 1 QOUTavaso a] ado de
Tres días transcurrieron, sin que se. agravase e: eriado
Manuel. Ya tomaba algún alimento y había terminado la
caja de inyecciones, .
—Mañana o pasado te podrás levantar y sentarte junto al
balcón—le dijo Manolito.
—Muchos deseos tengo de, ello, ya que de seguir una $1
mana más en el lecho me levantaría con los miembros anqui-
losados,
41 día siguiente, al filo de las diez de la mañana,
levantar y sentarse en el sillón. Hallábase muy débil, y DO
1
se pudo
podía sostenerse sin apoyarse en el hombro de su esposa»
Also más de una hora llevaría hablando con ella, cuando
entró la criada, anunciándole la visita de unos señores. Man”
dóles pasar, y al momento entró don Adolfo Miraflores, se
guido de un agente y dos guardias, El agente, que era Mantk:
que de Lara, se adelantó hasta el centro de la salita y habló
con Manuel Aracil.
—Agquí, el señor Miraflores, que ha prosentado una de
*