LA LEY DEL AMOR 3297
itompañe hasta el despacho del señor juez, para que repita
Wted a él lo que nos ha dicho a nosotros,
—Muy bien. Le acompañaré hasta donde quiera llevarnte.
No llores, mamá, que tu hijo es inocente y no le puede pasar
Vada, No ereo que papá tarde mucho en volver en sí.
Y Manolito salió de su easa con Manrique y el señor Mi-
laflores,
Muy pronto llegaron a la calle del Marqués de la Ense-
Mada, donde Manolito fué llamado a presencia del juez, el cual
lo interrogó tras de oír declarar al agente y al rico industrial,
Que depositó la caja de hojalata sobre la mesa del despacho,
—¿Me quiere explicar, señor Aracil, cómo esta caja'se halla-
4 en su casa?
—Esta caja, señor magistrado, se hallaba en mi casa porque
Mi padro la desenterró del lugar donde la tenían enterrada,
El que robó lo que hay dentro de ella se denunció a sí mismo
hace unos días, y mi padre le escuchó. El no mandar a tiempo
Ul dinero y las alhajas a sus dueños fué debido a que ha es-
tado e 'ermo con una fiebre muy alta. Hace varios días
que no s::be de su hermano, y yo nada les puedo decir, puesto
Que la Ley no obliga a que se denuncie a un miembro de nues-
tra misma sangre.
—No—afirmó el juez—. No está usted obligado a ello. Que-
da en libertad y desde este mismo momento puede marcharse
2 su casa, donde le necesitará su padre, que según me han
dicho, ha quedado aletargado.
Manolito se despidió del juez y tomó el camino de su
“asa, a la que no tardó en llegar. Manuel había vuelto en sl,
Y se hallaba acostado, teniendo a su lado a Marilina, la cual
seguía más blanca que el marfil. Manuel también estaba muy
Pálido, y cuando vió entrar a su hijo le lanzó una mirada
Interrogativa. El mocito habló muy despacio.
La Ley del Amor - Folletín, Cuad. 227