LA LEY DEL AMOR 3347
Uando vió que se quemaba el hotelito. Quizá tuviera allí
dinero o alhajas. Una noche deliró mucho y pedía una caja
Que tenía dentro de un baúl, diciendo, además, muchos dis-
Parates,
«—Bien—dijo el doctor—. Mañana vendré muy temprano y
ya me dirá usted cómo ha pasado la noche. No d ejen de darle
la medicina,
No pasó muy bien la noche, ya que a eso de las dos em-
Pezó a hablar muy fuerte y a llamar a un tal Manuel.
“¡Manuel!-—deliraba, abriendo mucho los ojos y mirando
2 todas partes con terror—, ¡Manuel, di a la Hermana Mer-
cedes que yo tengo que ser malo hasta que me muera! Quie-
to que venga para decirle que ya sabe Dios-que yo no me
Voy a arrepentir... Que ya se lo he dicho 'a El, y cuando no
me ha matado es porque quiere hacerme sufrir.”
. “¿Qué dice este muchacho?-—se preguntó el mesonero—,
¡Qué raro es todo lo que dice! ¡Que Dios le deja ser malo!
Bien se ve que delira.”
Hizo que tomara la medicina y vió que a los potos mo-
mentos se dormía. El mesonero, que se hallaba muy cansado
Por los trabajos del día, salió Sd despacio de la alcoba, y
ripidndcs a la suya se acostó.
Abelín se panel aletargado y no despertó hasta el ama-
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hecer. Ni con la medicina se le pasaba la fiebre. El médico
llegó a las diez de la mañana, le tocó la frente e hizo un gesto
de disgusto. Tanta fiebre le alarmó.
Le recetó otra medicina y mandó que cada media hora le
Pusieran un paño frío en la frente. El mesonero dijo que no
le dejaría abandonado aunque tuviera que desatender todas
las obligaciones que tenía. 1 re ato que no se hallase él al lado
de Abelín estaría su señora,
di