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Capítulo CLXIX 
EL INCENDIO DEL MERCANTE 
, 
n día amaneció lloviendo, y los chi 1 
nos les mandaron entrar en la casita 
de madera. AMí hablaron unos Con 
otros, y Mercedes, que entendía alg0 
el inglés, escuchó. 
Un marinero decía que el día an- 
terior había observado que los chino8 
se hallaban muy inquietos porque ha- 
bían visto un buque de guerra holandés en torno del islote. 
Querían marcharse de allí antes de que se dieran cuenta de 
que tenían un mercante apresado e hicieran un desem- 
hareo en la isla, Inmediatamente se lo dijo a Abelín, y éste 
alegróse infinito. 
—¡Si no les da por matarnos cuando vean que saltan a tierra 
los marinos holandeses! 
Ahelín no habló más, pero alguna idea debiá brotar en SU
	        
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