LA LEY DEL AMOR 3409
vendré esta noche por aquí para ver los resultados y, al mis-
mo tiempo, para decirle a usted cómo se halla su hijo.
Marchó a su casa, y no dijo nada en ella sobre la enfer-
medad del hijo del rico industrial.
Al anochecer, alegando que tenía dos enfermos graves,
salió de la quinta, llegando en seguida al hotelito del barrio
de Argiielles.
Adolfito estaba en aquellos momentos aletargado y deli-
taba. El médico sentóse junto a la cabecera de la cama y,
miró a don Adolfo,
—¿Qué tal ha pasado el día desde que yo me marché de
aquí?
—Ha tenido varios momentos en que se encontraba muy des-
pejado, hablando con nosotros de un modo muy natural. Haca
una hora que empezó a aletargarse y a ponerse peor. A los
pocos momentos deliraba y decía palabras incoherentes. Su
madre ha tenido que marcharse de aquí para no llorar, :
—El mozo no está peor—expuso Aracil—. Quizá esta misma ob
noche, al filo de las doce, haga crisis el mal. ¿Le ha dado
usted más veces la medicina?
—Tres veces se la he dado desde que usted se marchó. No :
sé si me habré excedido...
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Manuel hizo con la cabeza un movimiento indefinidos
pero nada le dijo a este respecto al señor Miraflores.
—Mire—dijo éste, mientras señalaba a su hijo—; mueve los 4
labios como si quisiera hablar. A
Y Adolfito habló con un acento quejumbroso y dolorido:
—¡Marilina! ¡Marilina! Yo te sigo queriendo; pero en mi
casa no me dejan que te quiera, y tú tampoco me quieres.
Tu hermana sí que me quiere, y como sois tan parecidas, yo
la querré a ella; más el día aue te vea yo con otro hombre me
La Lor deal Armism -. Tollatin.
Cuad. 224 ,