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LA LEY DEL AMOR 3443 
Al mes de la, dp de Mahomed toda su 
había disuelto, y la tranquilidad volvió a reinar en la isla 
Mindanao. 
Fray Javier y dos misioneros más se tresladaban de un 
lado a otro de la isla, y de día en día el número de bautizados 
se multiplicaba. 
Un día llamó Fray Andrés aparte a Abólín, y juntos se 
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sentaron a la sombra de un enorme árbol. hablaron lar- 
gamente. 
Abelín escuchó con mucha atención lo que le dijo. Quería 
que entrase en la universidad de Santo Tomás de Aquino, de 
Manila, para que al terminar sus estudios pudiera contarse 
entre el número de los misioneros que predican la doctrina 
de Jesús. Abelín, tras de haberle escuchado con mucha aten- 
ción, hizo con la cabeza un movimiento negativo. 
—Bien quisiera, Padre mío, Bien quisiera contarme entre 
ese número, pero he sido muy malo y no soy digno: de figúrar 
entre seres cuya mayoría son santos y que entraránsen la 
gloria del Señor llevando en Ta mano la palma. del martirio. 
-—¿Tan malo has sido, ba mío? 
-—Muy malo, Fray Andrés. E hifi usted mi historia, 
Y Abelín contó al fraile, uno por uno, todos. sus Crímenes, 
haciendo que se horrorizase y mirase, pidiendo clemencia, 
hacia el infinito. ¡Un joven de pocos años haber hecho un 
número tan grande de maldades! 
No obstante, como viera que era tan sincero su arrepenti- 
miento, insistió en que no tardase en ingresar en la univer- 
sidad de Santo Tomás de Aquino, que, como ya hemos dicho, 
se hallaba en Manila. 
—No desesperes, hijo mío—le dijo—. San Dimas también 
fué ladrón, y murió en una cruz al lado de Jesús, siendo el 
primer hombre que entró en la Gloria cuando el Divino Re-
	        
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