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Adolfito, que ya se había puesto bien de su pasada enfer-
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medad, iba todas las tardes por la quinta, paseandose por ella
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con. Mercedes, ya que , en cuanto le veía, se ente
rraba en su cuarto y se po 1]
Un día don Adolfo fué a la quinta con su hito.
a les recibió muy amablemente, y mandó que les
sirvieran la merienda
. Alterminar ésta, don Adolfo habló:
—feñor Aracil—le dijo—: He venido a pedirle la mano de
su li a Mercedes para este mocito. El pasado no debemos Te-
cordarlo. Hace dos días me enteró de ¡ue su hermano habia
ya tenido 1mi-
sericordia de al No crea usted que mi rencor va más allá de
la tumba. Tanto es a le d
digan una misa a su intención.
muerto en el archipiélago filipino, ¡Que
'0 de pocos días mandaré que
Manuel, muy agradecido, le tendió su mano, que don
Adolfo estrechó. Hablaron de diversos as tos, y Manuel la-
mó a su esposa y a Merceditas, que se sentaron junto a él en
torno de la mesa:
—Marilina—le dijo—, don Adolto Miraflores me ha pedido
la mano de Merceditas para su hijo Adolfo. Outero que tú
también le digas si accedes emstosa a dicha y: tición, que yo
no veo mal, puesto que ya, por haber muerto mi hermano, no
hay ningún obstáculo que nos senare.
Marilina miró a su marido e hizo un-mohín de indiferéen-
cla, ]
—Y O accedo a todo lo que tú anterss Si 4 va le has dicho
que,sí en mi ausencia, sobra todo lo que yo pueda añadir.
—No sobra, señora mía—arguyó don Adolfo-=, Juiero lle-
varme la conformidad tanto del padre como'de la madre, para
saber que a mi hiio lo quieren 1 No me marcharía tran-
quilo si alguno de ustedes se opusiera,
Marilina estuvo ;