3514 LAURO LAURI
ral. Al ver a su amiga Artemisa abrazóse a ella y labesó. Acto
seguido tendió su mano al “Uñas Largas”, el cual se la e9-
trechó con suavidad.
—Aquí me tienen para lo que gusten mandar—-dijo.
—Muy bien venido, señor, Me han hablado muy bien de
usted. Mas subamos al salón del primer pi
Y volviéndose hacia su amis: lijo:
—¿Y tú, Artemisa? Te noto más pálida, y más fina; pero
también más joven que nunca...
Acarminóse el rostro de Artemisa y se dejó llevar por su
amiga. Manuel las siguió, admirado de todo lo que veía en
torno suyo. La casa de Artemisa, al lado de aquélla, era una
choza de madera. ¡Qué estatuas de mármol y qué mol
más lujoso! El “Uñas Largas'
iliario
) a sentarst;s
cuando estaba en Madrid, en una silla de mimbre desvencÍ-
jada, quedábase admirado ante aquellos sillones forrados de
raso.
—¿Y qué nos cuentas, amira mía?—la interrogó Belisa—-+
Me han dicho que dentro de poco NOS Vi a dar un buen día.
Quizá sean habladurías..., ¿no?
—No, querida—tartamudeó Artemi . Te presento a MÍ
futuro esposo, que es uno de los más afamados artistas de
Madrid y de España entera.
—¿Músico?—preguntó la bella
—Y guitarrista... Turina-y Falla, fueron amigos míos.
—¿Y toca bien? Lo pregunto porque a mí me entusiasma la
música.
—Que se lo diga aquí su amiga ontestó el sitano.
Artemisa hizo con la esheza un movi irmativo Y
se sentó en otra butaca que había junto a la que estab?
sentado Manuel, |
y E 0 >. : eS
— Quiere usted escuchar lo que