1994 LAURO LAURI
Y Blanca Nieves entró en la aleoba donde se hallaba su
espogo.
Este había despertado y se hallaba sentado en el lecho
Miró asu esposa cón los ojos muy abiertos y sonrió de una
manera estúpida.
Buenos días—saludó a Blánca—. ¿Me puedes decir ls
hora que es? Ab, sí! No te molestes, que son las ocho, y yi
hemos pasado de Aranjuez.