A nn o
' LA LEY DEL AMOR 3605
de mis hermaños, pues si le dices que son tan malos para ti
los aborrecerá y no querrá nada con ellos,
Y la “Marquesita” sonrió al ver en la puerta a su aman-
te, al cual Marí Pepa abrazó eomo si fuera un hijo suyo al
que no hubiera visto hacía años.
—¡ Hijo de mi alma! Me estaba diciendo María Luisa lo
mucho que la quieres y tus deseos de llevarme a tu casa para
tenerme junto a ella... ¡Que Dios te lo pague y guíe tu mano
cuando sostenga el pincel! Mírala toda tu vida con cariño,
que es un angelito, y en cuanto a quererte, yo también te
querré como si te hubiera llevado en mi seno,
Antonelli abrazó a Mari Pepa, y tras de decirle que su
hija era una niña mimada, que muchas yeces lloraba sin mo-
tivo, sacó dos billetes de cien pesotas y se los puso en la mano y
para que aquella misma tarde fuese a un bazar y se com-
prase lo que necesitara.
Muy agradecida, los cogió, y cuando se marcharon fué a
por un par de huevos para hacerse pronto la comida,