3620 LAURO LAURI
Maripepa miró a su suegro con los ojos muy abiertos sin
acabar de entenderle. ¿Quién había muerto atropellado por el
aúto de Alvarito y qué Je ocurrió a este último” que
había desaparecido? Ni Maripepa ni su hija pudieron llorar
de la angustia tan grande que les entró al oír al abuelo. Este
siguió hablando, pero en un lenguaje incomprensible, El no
sabía nada de fijo. El que estaba enterado erá Juan “Mona”.
Maripepa, que no ignoraba dónde vivía este pájaro, alandonó
a su suegro y a su hija y salió a la calle atropelladamento,
subiéndose a un auto que vió desaiquilado, a cuyo chófer
mandó que la llevase al Puente de Toledó, sin importarle
hacor un atropelló. Muy pronto se encontro allí, y acto se-
guido, a la puerta de casa Juan “Mona”, que estaba hablando
con otro gitano, al que indudablemente le estaba contándó
el accidente que había costado la vida al “Uñitas”. Al vet
entrar a Maripepa se estremeció como si le hubiese picado
una avispa en la nuca.
—¡Ay, Juan! —le dijo, sollozando, Maripepa—. No me calles
nada de lo que ha pasado a los míos. Me han dicho que el
coche de Alvarito ha atropellado á uno de sus hermanos;
pero como tiene ocho no sé cuál ha sido. Tú, que estás en-
torado, dime lo que sepas de esa muerte y te lo agradeceré
con toda mi alma. No me lo calles, que la duda me mata. Mí
María Luisa se ha quedado llorando, acompañada del abuelo.
-—Mira, Maripepa. A mí me lo ha dicho el “Jerinsuilla” y
a éste el “Tiribuli”, que me parece que se lo ha oído a Juan
José el “Emperador”. No puedo hacer por ti más que llevarte
a casa'de tu suegro, para ver si está Alvarito. ¡Vamos, anda
hacia allá y revolvamos todo Madrid para hallar a tu hijo,
y sino lo hallamos no será por culpa mía! Ahí te dejo, “Re-
gatero”. No te muevas de aquí.
Y Juan “Mona”, seguido de Maripepa, tomó el camino