3626 LAURO LAURI
tu madre y a tus hermanos y les ayudes algo 'para que vean
que no eres un hijo descastado. Quédate hoy en la cama
todo el día, que yo no me moveré de tu lado, Aquí estás se-
guro, y mientras tú no quieras tus hermanos no sabrán de ti
ni te podrán hacer el menor daño. Te voy a dar ahora mismo
una taza de té con leche que te sentará muy bien y te quitará
ese malestar que tienes. ¿Quieres también que te traiga la
prensa de la mañana o te compre alguna novela para que no
pases el día aburrido? No tengas pena, Alvaro mío, que yo
velaré por ti y no te abandonaré, aunque te veas malquerido
de los tuyos.
Alvarito sonrió y acarició a la hermosa joyen que un día
encontró en una carretera del Estado de Jalapa. Aquella joyen
- le quería como le había dicho, con sus cinco sentidos, y él
| tenía que corresponder a su amor. Accedió a tomar lo que
ella quería que tomase y al poco rato quedó nuevamente
adormilado.
Algo más de las doce serían cuando despertó y entonces
tomó un par de huevos pasados por agua y un vasito de vino
de Jerez. Notóse con más ánimos y sé puso a leer un diario
de la mañana. Al anochecer se notó sin fiebre alguna.
No hay ni que decir lo que se alegró Marisa. Hablaron
largamente y Alvarito dijo que quería ir a casa de su abuelo,
para que éste le dijese dónde vivía María Luisa, que era a la
hermana que más quería y con la que mejor se podía tratar.
—Tú no irás solo, porque tu ausencia me tendría todo el
tiempo que durase llena de ansiedad. Te acompañaré donde
quiera que vayas y si te detienen, que me detengan a mí
también, y si te matan, que me maten, que sin ti sería para
mí la vida un gran martirio que no podría soportar. Queda-
mos en ello, Alvaro mía. Mañana iremos a casa de tu abuelo