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LA LEY DEL AMOR 3049
es muy amiga mía y vebgo apor usijed para llevármelo a
uno de los mejores sanatorios de Madrid; pero antes quiero
reconocerle aquí mismo, No se mueva usted para entrar en
la casa, que quiero aprovechar la Juz del día. No necesito
más que se desabroche la camisa para auscultarle, Quieto y
a respirar fuerte, para que yo me de cuenta de su mal. Muy
bien, amigo mío.
Y el médico, puesto que un médico era el que acababa de
llegar, arrodillóse junto al gitano y le aplicó al pecho el
estetoscopio, quedándose unos momentos escuchando. Trans-
currieron unos momentos, los cuales fueron de gran duración
para José Luis, mas de pronto le retiró el estetoseopio y lo
guardó dentro del maletín, que, como hemos dicho, llevaba
en la mano. Después de hacer: esto le miró a los ojos con
atención,
—-Mi querido amigo-—le dijo——; le felicito porque usted no
tiene lo que sospechaba, pero en cambio sí. una, anemia
que seguramente le ha traído la falta de una adecuada ali-
mentación, y que le desaparecerá en cuanto esté. unos días
bien alimentado. No crea que le engaño y sígame a Madrid,
que le voy a llevar a un hospital del que saldrá dentro. de
muy pocos días totalmente curado, Al frente de dicho hos-
pital está un hijo mío que le atenderá muy bien y mandará
que no le escascen la comida. Agárrese a mí, que le voy a
llevar al lugar donde he dejado mi auto. Todo lo que tiene
en la casa déjelo que se lo coman las alimañas, que como
decía el de Asís, también son hijas de Dios.
Y el doctor, que era Manuel Aracil, ayudó a levantarse
del suelo al gitano y le llevó hasta donde había dejado su
auto, en el que le obligó a subir, dejándolo instalado en un
mullido asiento. Acto seguido sentóse en el baquet y puso
el coche en marcha por la ancha carretera de Madrid. Al
La Ley del Amor - Folletín. Cuad. 2349