LA LEY DEL AMOR ; 3655
chas veces tenían que cerrar los ojos. Un chasquido horrorós0
les dió a entendér que se habían estrellado contra un acan-
tilado y un griterío horrible las aterró “aún más.
Sor Mercedes, cogiendo la mano a Sor María de Jesñs,
abrió la puerta y subió la escalerilla toda llena de agua, lle-
gando a la parte superior del buque, que acababa de quedar
varado en la parte baja de una isla. AMí todos hablaban y
nadié se entendía, y por último se impuso la calma cuando
vierón que 14 nave no se movía y quedaba en posición normal,
El cásco estaba "roto y cubierto por las aguas a poco más de
un' metro de altura; por suerte no había nineún mucrto,
aunque sí diéz o doce heridos que fueron atendidos, en la parte
no inundada, por un médico norteamericano, no siendo Mer-
sedes y Sor María de Jesús las que menos le ayudaron en su
humanitaria labor.
Al amanecer vieron que había pasado la tormenta; mas
el barco no podría ser sacado de entre aquellas arenas enchar-
cadas por el agua que las había cubierto la noche anterior.
Mercedes dijo que aparte de todo tenían que dar gracias a
Dios por no haber perecido ahogados en aquel' turbulento
mar, y poco a poco fueron descendiendo por una escala que
arrojó a tierta un marinero. Desembarcado el pasaje los tri-
pulantes fueron bajando la carga, la mayor parté estropeada
k por el agua del mar.
| —Me parece que este islote es tan pequeño que ño está en
ningún mapa—dijo' uno de los tripulantes. Tremos unos
cuantos a ver si hay algún pueblo por aquí donde nos puedan
auxiliar. Quedaros la mitad aquí al cuidado de todo y los
demás seguidme para ver si está habitada, aunque yo ereo
que no lo está.
Mercedes no quiso formar parte de la expedición, por
quedarse al lado de los heridos, y les vió marchar con cierta