3670 LAURO LAURI
tengo ochenta pesetas que aún' me quedan del dinero que mé
trajo el muchacho, el cual me dijo que me lo mandabas tú.
Te lo puedes guardar en un bolsillo, no ¿ea que si se queda
aquí nos lo robé alguno de nuestros hijos, a los que Dios les
dé mucha salud; pero que se los lleve para tranquilidad nues-
tra muy lejos de Madrid, y no los traiga hasta que no vengan
con tataranibtos.
Y'Maripepa, saliendo a'la calle, no tardó en regresar con
cien gramos de jamón y un par de huevos para hacer la co-
mida a su marido. Ella tenía en el fuego una olla con judías
blancas, y entre los dos se las comieron, haciendo lo miámo
con los huevos y el jamón. Al terminar tomarón el camino
que conducía al Paseo del Molino, y cuarido llegaron a él
dieron una gran sorpresa al abuelo, el cual, al ver a su hijo,
_abrazóse a su cuello, mandíndole pasar a la salita del piso
bajo, donde le puso una silla; diciéndole que se sentara, ha-
ciendo lo mismo con Maripepa. Al instante sacó una botella
con vino moscatel y obsequió a los dos.
Rafael, entre traguito y traguito, escuchó sus andanzas
por La Habana, y le amonestó por haber sido tan mal marido
con una mujer que había' demostrado quererle con toda su
alma.
—Mira, padre—le dijo“-; aunque soy 'mucho más joven
que tú te gano en formalidad, y te áconsejo que te marches
nuevamente a La Habana y te quedes allí con tu mujer, que
si es cierto que te quiere te recibirá con los brazos' abiertos.
¿Qué más quieres'“a tus años que una mujer que sea muy
rica y esté loca por ti? No seas bala perdida y trátala bien,
que ella en cuanto que te vea llegar se abrazará a tu cuello
y te tendrá a/ cuerpo de rey: Mira; el ejemplo mío, quiero a
Maripepa lo mismo que el día que tiramos por alto 'la olla,
y ahora que sale a la conversación te voy a pedir algún dinero.