Full text: [2] (2)

3678 LAURO LAURI 
bía una magnífica rosaleda, marco el más adecuado para 
pintar a la futura esposa de su hijo. 
Antonelli armó en un instante el caballete y. mandó a 
Rosita de Té que se sentara en una silla de mimbre con una 
novela en la mano, 
No es necesario decir lo bella que estaba entre las flores. 
Junto a ella se situaron la “Marquesita”, Mercedes y Mari- 
lina, la hija de don Alvaro, 
—Quietecita, y a no hablar mientras esté delineando la fi- 
gura—advirtió Antonelli a Rosita de Té, 
—Muy bien, señor. No moveré los labios ni para hablar, ni 
haré el menor movimiento hasta que no terminemos, 
Y Rosita se puso a mirar las flores, 
Antonelli se puso:a dibujar, tardando poco en ello. 
—El parecido no puede ser más exacto—dijo la esposa ae 
don Manuel Aracil, que acababa de llegar a la rosaleda y 
que parecía una jovencita más. Manuel también llegó al poca 
rato. 
—¡ Hombre! —dijo al artista—. ¡Es usted un pintor tan 
grande como'Rafael y Murillo! ¡Qué bien le ha salido el di- 
bujo! á 
—No tan bien como yo hubiera querido. 
—Modestia aparte, señor. Es usted uno de los mejores ar- 
tistas que he tenido el gusto de conocer. 
—Quizá no tarde ni cinco días en poder entregar a su hijo 
el cuadro, como regalo de boda. Más adelante tendré: el gusto 
de pintar también a las dos hermanas, 
.. Y señaló a Merceditas y a: la pequeña Marilina, 
—Muchísimas gracias, señor—le contestaron las hermanas 
de Manolito—. Aparte de nuestro agradecimiento, compra- 
remos los retratos, porque sería abusar mucho si consintié- 
ramos que nos los regale,
	        
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