3678 LAURO LAURI
bía una magnífica rosaleda, marco el más adecuado para
pintar a la futura esposa de su hijo.
Antonelli armó en un instante el caballete y. mandó a
Rosita de Té que se sentara en una silla de mimbre con una
novela en la mano,
No es necesario decir lo bella que estaba entre las flores.
Junto a ella se situaron la “Marquesita”, Mercedes y Mari-
lina, la hija de don Alvaro,
—Quietecita, y a no hablar mientras esté delineando la fi-
gura—advirtió Antonelli a Rosita de Té,
—Muy bien, señor. No moveré los labios ni para hablar, ni
haré el menor movimiento hasta que no terminemos,
Y Rosita se puso a mirar las flores,
Antonelli se puso:a dibujar, tardando poco en ello.
—El parecido no puede ser más exacto—dijo la esposa ae
don Manuel Aracil, que acababa de llegar a la rosaleda y
que parecía una jovencita más. Manuel también llegó al poca
rato.
—¡ Hombre! —dijo al artista—. ¡Es usted un pintor tan
grande como'Rafael y Murillo! ¡Qué bien le ha salido el di-
bujo! á
—No tan bien como yo hubiera querido.
—Modestia aparte, señor. Es usted uno de los mejores ar-
tistas que he tenido el gusto de conocer.
—Quizá no tarde ni cinco días en poder entregar a su hijo
el cuadro, como regalo de boda. Más adelante tendré: el gusto
de pintar también a las dos hermanas,
.. Y señaló a Merceditas y a: la pequeña Marilina,
—Muchísimas gracias, señor—le contestaron las hermanas
de Manolito—. Aparte de nuestro agradecimiento, compra-
remos los retratos, porque sería abusar mucho si consintié-
ramos que nos los regale,