— S.
LA LEY DEL AMOR : 3685
do embobado el mencionado cuadro—. Manolito, que una
hora que ta robe de estudiar todos los días, son quince al
«Ro, y ya es mucho tiempo. Tu madre también me robó a
mí muchos días, y por eso no te riño. Sólo te aconsejo, hijo
]
mío. ¡Quién hubiera tenido un hombre que me aconsejara con
el amor con que yo te aconsejo a ti! No te distraigas, pues,
sigue estudiando, que por mucho que. se sepa, es bastante
más lo que se ignora. La Medicina. tiene que avanzar mucho,
y no estancarse, como ocurrió en siglos anteriores, y todos
debemos hacer alguna aportación. Antiguamente, salvando
hohrosas excepciones, el médico, en cuanto terminaba sus
estudios, se marchaba a un pueblo, y allí no recetaba más
que purgantes y jarabes. Hoy se cuentan por millares los
sabios que se encierran en sus laboratorios para arrancar
a la Naturaleza sus secretos y no hay día que no salgan
nuevos medicamentos que sirvan para mitigar los sufrimien-
tos del género humano. No desmayemos, hijo mío, que la
Medicina es lo que más se acerca a Dios. Te dejo, y nueva-
mente te aconsejo que no mires tanto al retrato, máxime
que tienes muy cerca: el original. ¡Mirá, aquí le tienes, con
tu madre y con tus dos hermanas!
Y Manuel se separó de su hijo,-saliendo a la calle: mas
no le dejó solo, sino al lado de su madre, de sus dos herma-
nas y de Rosita de Té,
Merceditas acercóse a él y le dijo que se había enterado
de que Tsabel estaba filmando otra película en la ciudad de
Méjico, donde se hallaba con su fiel “Tejerita”, y según el
artículo que acababa de leer, uno de los indios más ricos
del país había pedido su mano.
Manolito se puso a leer dicho artículo, en el que decía
que la estrella mejicana Isabel Malaespina no tardaría en
sor la. esposa del hombre más rico del Estado de Jalapa.