Afvarito, en cuya casa habían empezado a entrar sus her- |
manos, al ver cómo se marchaban sus padres, hizo un movi-
miento de indiferencia, y cuando se vió a solas con su es-
posa le dijo que para librarse de todos ellos se iban a mar-
; char nuevamente al Estado de Jalapa.
— Allí adquiriré un rancho y me pondré a trabajar, hacién-
deme cuenta de que no soy gitano. No te digo, querida iía,
que abandonaré a mis padres; pero mandando a éstos cien
pesos todos los meses para que no pasen hambre, quedaré
, tranquilo y sin remordimientos. Todo será que los repartan
entre. ellos y esos malditos holgazanes, que no sirven para
nada. Allá se las arreglen como puedan, y si no tienen sufi-
ciente, que se pongan a trabajar con un pico en uf des-
4 monte.
Mientras así bablaba Alvarito a su esposa, María Luisa
lloraba en la quinta.
Manolito, tomando su auto, fué a buscar a Antonelli, ha-
llándole en su casa de la calls del Arenal,
Muy incomodado, escuchó todo lo que le dijo Aracil,
viendo que María Luisa era inocente de todo dal dois
acompañó al mozo a la quinta, donde besó a su hija.
Don Manuel, al verle, se echó, a reír, y dijo que si Úni-
'amente lo sentía era por María Luisa, a la que habían dado
un gran dis db sus hermanos.
1) ) le darán muchos en lo sucesivo, puesto que en esta
misma semana Sis aré el cuarto donde habito y nos mar-
” A . ,
charemos a Htalia. Mucho me gusta Madrid, y aquí me hu-
biera avecindado; pero no quiero que el mejor día me maten
de un disgusto a María Luisa esos holeazanes. En Roma me
caseare con era, y all nos instalaremos, sin decir por eso que
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más adelante no la traica a VLaarna, Gobde dejo a Unos bue-
nog3 AMIGOS, en cuya casa vendré a ho arme