LAURO LAURI
tuviera allí, pero en aquel momento relinchó el caballo de
usted... ,
“¿Y qué?
—Pues entonces la niña empezó a insultarnos, y se marchó
muy segura de que usted estaba dentro de la quita.
Don Alvaro mordióse el labio inferior.
—Habiendo sabido Rosina que la niña ha desaparécido me
ha mandado a que le diera estos informes.
—¡Tú no le habrás contado lo que indudablemente diría
niña Isabel de Rosina!
—No, no. 'Pranquilícese el patrón, que yo sé muy bien lo que *
hago...
—Muy agradecido, Moisés...
Y mirando a la dilatada llanura le siguió interrogando s
—¿Tú viste el camino que tomó niña Isabel? E
—El que va desde la quinta a] Bosque Grande. La vi por.
derse entre un trigal. ]
—¿Y quién le ha dicho a Rosina que ha desaparecido la
niña?
—Esta mañana se lo dijo el mulato Andrés,
—Bien. Márchate a la quinta, que nosotros seguimos la Hisa
cueda por el bosque.
—(QJue la Virgen les guíe,
Y que a ti te acompañe<dijo Malaespina poniendo al ga-
lope su jaca.
ras él, cómo una tromba, fueron los restizos. Entraron
nuevalnente en el bosque y se dividieron en dos grupos, tos
mando uno el camino de la izquierda y otro el de la derechas
ste último era el que capitansaba don Alvaro, el cual se iba
acusando de ser el autor de la muerte de su hija.
“AMí veo parado a un jincte—se dijo al entrar en uno de
los senderos del bosque—, ¡Ah! Es Jorge.”