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LA LEY. DEL AMOF 2051 
a ¡MA hija! —dijo—. ¿Quién ha sido el ladrón que me ha 
robado a mi hija? 
Y avitadamente galió al jardín y mandó a un guarda que 
tocase la sirena. 
¡Quiero que vengan todos los guardas de “La Isabel”!= 
erguvó. 
Al itistante una sirena rompió el silencio de la noche. 
- ¿Qué ocurre? ¿Qué sucedo?—se preguntaban unos a otros. 
Y en un momento, entre mestizos y negros, rodearon 3 
Malaespina más de cuarenta personas, 
—¡¿ Qué pasa? 
. —¡ Que ha desaparecido mi hija! ¡Que me la han robado, y 
han sido los indios de las montañas! ¡Que han bajado a la 
llanura y andan merodeando por log ranchos y las aldeas!... 
Todo el que me acompañe recibirá cien pesos, y el que loca- 
lice a mi hija, mil..., dos mil..., tres mil...; lo que quiera... 
Al momento salieron todos corriendo, no tardando en apa- 
recer nuevamente, montados en briosos caballos y armados 
con machetes y rifles americanos. 
Malaespina, que ya estaba montado en su jaca, mandó que 
cada uno llevara una antorcha para explorar el terreno. 
Así lo hicieron, y pronto, en grupos de ocho, se dividieron 
por el bosque con las antorchas encendidas, ; 
Nosotros seguiremos al grupo que mandaba Malaespina; . 
que se componía de diez individuos. 
Recorrieron todos los rincones del bosque, y al amanecer ' 
llegaron a las orillas del arroyo, donde dejaron que bebieran 
los caballos hasta saciar la sed que les abrasaba. 
Malaespina no se movió de la montura de su jaca. 
“¡Que no me hayan matado a mi hija! ¡Que no me la 
hayan matado!”, no paraba de pensar. 
Y al mismo tiempo que tenía estos pensamientos se acor«
	        
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