LA LEY DEL AMO 2079
“Mucho mejor—dijo—. Así le llevaré más fácilmente al
Cerro del Diablo.”
Y cogiendo uno de los caballos de los mestizos subióse a él
ón el cuerpo inerte de don Alvaro,
“Busquemos a log míos—musitó—. A última hora algo he
hecho por ellos, ya que he apresado a Malaespina.”
Agarrólo bien para que ho se cayera, y tocó con los hie-
rros al caballo.
Atravesó el arroyo y entró en uno de los senderos.
—¡Alto!-—le dijo un terrible acento que salió de entre un
espeso matorral—, ¡ Alto, o mueres!
El médico detuvo su caballo y silbó como silban las sers
pientes cuando ven a un ternerillo a la orilla del bosque.
Entonces abrióse el matorral y salieron dos indios de los
que había llevado el “Jefecito”,
—¡El “Jaguar”! —exclamaron—, ¡Es el “Jaguár”!
El mismo, “Diablo Rojo”. ¡No creáis que me he estado
Inactivo! JR
-—¿Quién es ese hombre que traes atravesado?
——¿No le conocéis? Acercaos los doS...
-—¡ Malaespina! —murmuraron—, ¡Si es Malaespina!
—El cual nos va a valer mucho dinero.
En aquel momento llegó “Aguila Blanca” con los demás
indios, y en un momento se enteró de lo que había hecho el
“Jaguar”.
-—Muy bien, hijo miv—dijo—=. “Tu hazaña merectarecon-
pensa. :
NO será de dinero—arguyó, mirando con fijeza ul “Jeto-
cito”,
Bien, bien. No perdamos tiempo en hablar y corrainos al
Cerro del Diablo.