2178 LAURO LAURI
Una noche, acompañada de Manuel, se presentó en el
Teatro Albisia luciendo un vestido de seda blanco adornado
con perlitas, que realzaba su maravillosa belleza.
—¡Qué mujer más divina! —decían—, Es la modista del Pa-
seo de Marianao.
—Ll hombre que está con ella en el palco es el doctor Ara-
cil.
—$u esposo. El gran especialista en enfermedades de la in-
fancia,
Todo esto y mucho más decian, y los miraban más a ellos
que a la obra que se representaba, sobre todo a Marilina, cuya
soberana y escultural belleza llamaba la atención.
—Marilina—le dijo Manuel—, Voy a salir al pasillo a fu:
marme un cigarro. Aquí me siento mal.
Ella sonrió.
—Bien—le dijo—, Quédate a la puerta y no te muevas de
ahí.
—No me moveré,
Y salió con el cigarro en la mano. La gente, al verla sola,
creció en admiración.
—¡Ha quedado sola! ¡Su marido la ha dejado sola en el
palco!
El rostro se le acarminó, y estuvo tentada de salirse al
pasillo con Manuel.
—No—dijo—. Esperaré a que terminen este acto, que es el
último. de la obra.
Interrumpió su monólogo mental al sentir que llamaban
muy despacio a la puerta de su palco,
—¿ Quién ?—inquirió—. Adelante quien llame...
Abrieron la puerta y entró una señora. Hablaron muy que:
damente,