uan aAracu escucho con atención ala
Er de , y cuando ésta termi-
nó su relato hizo un ligero movi-
miento, de cabeza.
—Creo que mi tía. Blanca lo ha-so-
ha do—opinó,
—No, Juan mío. Un hombre ha en-
trado aquí esta noche, y tu tía Blan-
ca Nieves es de la misma opinión,
—¿Y quién es ese hombre? Yo no creo en brujas ni en apa-
recidos,
—¡Ay, Juan de mi alma! Yo quiero marcharme de aquí.
—¡Quieta! Tú no te mueves de aquí, y para ver qué hay de
cierto en lo que acabas de contarme, me quedaré esta noche
en esta casa
El rostro de la niña se alegró, y don Juan registró toda.-la
casa, no hallando nada que le llamara la atención, >
La Loy del Amor - Folietín- Cuad, 138