LAURO LAURT
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De nada, preciosidad.
/ Y al decir esto extendió una mano y'puso cu
la diestra de la mulata. Acto seguido se sentó nuevamente al
lado de la rubita de sus sueños, la cual desataba muy alegre
las cintas de seda azul de la caja para repartir los bombones
atro peros en
con su amiguita.
—El primer bombón para oste señor tan amable que 108 log
ha regalado.
Y acercó un bombón a los labios de don Alvaro
Mil gracias, señorita. Agradecidísimo.,
—Agradecida yo, señor, ¿Quiere ústed un puñado de ellos
«—No, hija mía. Dale uno a la niña que te ha dado la suerte,
los que quieras a tu amiguita, y los demás para tl.
Mari sonrió y empezó a degustar los bombones; hacienda
euita. Don Alvaro no sabía qué inventar
otro tanto su amig
para retenerlas a su lado. Arrojó la última móneda a la na-
dadora, la cual le sonrió.
- La noche se acercaba y la música cesó de tócar.
—¿ Quieres que noS marchemos, Rosa?
Don Alvaro se estremeció. La.niña de los ojos, azules se
marchaba,
—Lo. que bú quieras,
las ocho tenía que estar en Casa.
A la misma hora me ha dicho:a mí la mía,
lecir esto levantáronse las dos y miraron.
Mari. Mi mamá, me ha diebo que 4
sonrientes a
Al Ú
don Alvaro;
—(Que usted lo pase
Y salieron corriendo por la orilla
que Malaespina les pudiera decir algo.
— ¿Quieres seguirlas, «Tejerita”?—lo 1
rarradas de la mano. ¡Anda, hombre!
bien, señor. Hasta otro día,
del estanque antes de
0gó—. Mirá por dón-
de van as