2230 LAURO LAURI
—Lo sé muy bien.
—¿ Quieres que abandone a mis enfermos y que Manolito
haga lo mismo con sus estudios? y
—Quiero no estar separada de ti ni un solo día. Tus enfer=
mos pueden quedar al cuidado de otro médico amigo tuyo, y,
el muchacho, si interrumpe aquí:sus estudios, puede reanu-
darlos en otra ciudad de la isla.
¿Y tú?
—Mañana traspasaré el taller, si tú quieres que lo traspase.
—Bien. Yo dejaré en mi puesto al doctor Andreu.
-—Y yo dejaré al frente del taller a Mari Tere,
—Acecedo a todo por ti.
No hay más que hablar. Mañana por la noche tiene que
quedar todo arreglado.
—¿Y adónde nos dirigirémos?
No muy lejos de aquí hay una población donde podre-
vivir tranquilamente y hasta, si llega'el caso, trabajar,
— ¡Te refieres a Matanzas?
Da te equivocas. En la ciudad de Matanzas tiene una
casa doña Jovita, que no dudo nos la alquilará. AMí podrá
nuestro hijo proseguir sus estudios.
Algo más hablaron, y al día siguiente por la noche ya te-
mos
nían traspasados el taller y la clínica.
—Marchemos—dijo Marilina-—donde no nos puedan alcan-
zar las iras de mi esposo, el cual el día menos pensado puedo
asesinar a nuestro hijo.
—Y cuando se marche a Méjico nosotros regresaremos a
La Habana-=concluyó diciendo Manuel.