LA LEY DEL AMOR 2245
—No hablemos más del asunto y sigamos recorriendo la
casa para que podáis apreciar lo espaciosa qlle es.
Y salieron de la salita, recorriendo todas las habitaciones
de la planta baja y las del piso superior.
Asomáronse a un balcón y se apoyaron en la barandilla.
¡Qué hermoso panorama el que se divisaba desde al! ¡Qué
trajín el de los negros, que cortaban la caña de azúcar con
sus acerados machetes, haciendo con ella grandes montones!
—¡Qué riqueza! —exclamó Manolito.
Después de permanecer un buen rato en el balcón siguie-
ron recorriendo las habitaciones del piso superior, saliendo,
finalmente, al exterior. No tardaron en reunirse con ellos don
Manuel, don Juan y Marilina.
—¿Qué hacéis por aquí?—preguntáronles—, Entrad en la
casa, que no tardará en estar puesta la mesa.
Isabel y Mari entraron las primeras, siguiéndolas los dos
hermanos. Quedaron en la puerta Manolito y su madre, la
cual leyó algo en los ojos de su hijo.
—¿Qué te pasa? ¿Qué quieres decirme?-—le preguntó en voz
baja—. ¡Tú tienes algo que decirme!
- Sí, mamá. Tengo que deciros una cosa a papá ya ti,
En aquel momento les llaimó Manuel,