Full text: [2] (2)

2274 LAURO LAURI 
“Tendré que pagarle con la misma moneda”, continu( _mo- 
nologando. 
El auto,rodaba ya por 'las callos de La Habana. 
“Me parece que éste es el Hotel Inglés”, dijo, detenienao 
el coche a la puerta de un suntuoso edificio, 
Bajóse del “baquet” y entró en el bar, sentándose ante ' 
una mesa y pidiendo a un camarero que le sirviera un almuer- 
zo en frío. 
—¿Quiere el señor una tortillita, o un pollito asado? 
—Tráeme el pollito asado y una ensaladita, que tengo hain- Ñ 
brecita—contestóle un poco irónicamente. 
El camarero se retiró y no tardó en regr esar con un bollo 
asado muy doradito y una ensalada. 
—Agquí tiene su merced. Si quiere una botellita de vino, te- 
nemos muy bien surtida la “borrácheria”, 
-—Tráete una botella de vino de Jerez. 
—Al instante. | 
El camarero marchó a por ella, y segundos después la 
dejaha encima de la mesa. 
Don Juan se puso a almorzar tranquilamente, trinchando 
el pollito y metiéndose en la boca un Pedazo de pechuga, que 
al momento sazonó con el dorado líquido de la tierra jerezana. 
“¡Qué sorpresa se va a llevar la niña cuando me vea aquí! 
Quizá se niegue a seguirme... ¡Ja..., ja..., ja!” 
Quería estar incomodado, y estaba alegre. ¡Qué poder 
' tienen el jerez y la manzanilla! 
¡Ah! ¡No hubiera estado tan alegre de haber visto los 
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> 
ojos de un hombre que no apartaba de él su mirada 
Aquel hombre era don Alvaro Malaespina, que le había 
visto al entrar. 
—¡El es! —dijo a su criado, que estaba sentado a su 1z- 
quierda—. ¡Es el “Jaguar”!
	        
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