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LA LEY DEL AMOR 2289
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—Sí, señor. Mi esposo se llama don Alvaro Malaespina, pero
estoy separada de él desde hace más de quince años. Yo, al
entregarle mi mano, tenía un hijo, y él lo ignoraba. El día
que se enteró, quiso asesinarle,..
—¿Y entonces usted le abandonó?
—No se lo oculto, señor juez—expuso Marilina,
—¿Y se marchó usted con el padre de su hijo?
—Sí, señor, pero cuando supe que mi esposo se habia mar-
chado a Méjico con una mujer de nacionalidad húngara lla-
mada Isabel;
—¿Y a usted le quedó una hija de su marido?
—$í, señor. Está al lado de su madre, ya que su paáre nunca
se ha acordado que tenía tal hija. >,
—Bien. ¿Y ústed, E ante esos quince años, le ha mandado
noticias ó la niña
—No, señor, No 1 le he mandado noticias porque he temido
que me la robara.
—¿Y cómo queria usted que mirase por su hija si no sabía
hada de ella?
—No, no. ¡Si yo no es que lo hubiese querido!... ¡No lo he
querido ni he necesitado nada suyo!
—Usted no lo habrá necesitado, pero su hija, sí,
-—Ni mi hija ni yo, señor juez.
—¿Ignora que su esposo es millonario y que no tiene usted
derecho a privar a su hija de su herencia?
—No necesita para nada sus millones.
—Nocesitará sus millones y sus apellidos, lo mismo que 6l
Necesitará que no le priven del cariño de su hija, al que tiene
un legítimo derecho.
—Mi hija no le podrá querer, a pesar de todos sus millones,
—En cuanto esté a su lado quince días le querrá,
—ls que no estará a su lado ni un solo día.
La Ley del Amor - Folletín. Cuad, 164