2298 LAURO LAURI
-—¿ Daño a mí? ¿Qué da ño? ¡No me tengas impaciente, Mer-
o € A
EN
ei Aurora... se equivocó y no te entregó tu hija el día que
se despidió de ti.
¿Que Maril ina no es mi hija? ¡Jesús mío,
-—¿Qué has dicho?
qué es lo que dice esta mu]
Y Marilina se puso ASE Y anca que una muerta, te miendo
que apoyarse en el respaldo del sillón para no caer al suelo
A
Manuel se estremeció. La niña que
ser la
a traído Merce-
A
des era la que Aurora creyó Tarilina.
Entonces... la que tenía ésta hacía quince años era su pro-
via hija. El había sido el único eng: ñado,
12—dijo, desconsolada,
—¿Así que me hall: aba en un err
a
Marilina.
Sí—repuso Mercedes—.
a.
— ¡Jesús mío!... ¿ Y cómo arrojo vo de mi alma un querer tan
¡ y JO.
Pu hija es la que acabo de traer
grande como el que le tengo?
Al murmurar esto sus ojos buscaron la inmensidad del
infinito azul.
con toda su alma, sintió como sl
Manuel, que la quería
le asaltase, y quiso desvanecer la ne-
la angustia
bnloza: AU estaba Mercedes, que sabía muy bien por qué un
La dr. que te trajiste do
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Madrid y que tentes 11119 es verdaderame nte la tuya.
¡Manuel!
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tar tu muerte, aungqu os enemisoz dela mentita, no tuvi-
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yv llegar a cava, te encontre aletargada y con la sob"