2320 LAURO LAURI
—No es mucho—arguyó Marilina tras de mirarle con gran
detenimiento,
—(Quiero tomar esta noche algún alimento,
—Tú dirás lo que quieres que te dé.
—Una sopa dde sémola y algo de pollo; no mucho, Si no tie»
hes pollo me das lo que tengas, :
—Me parece que hay una pechuga de gallina y dos albon-
diguillas de jamón.
—Es suficiente para mí. No creas que tengo mucha gana de
comer. Más bien tengo sed, ?
" Marilina salió, y Manuel quedóse unos momentos escu-
chando. Le había parecido oír en el recibimiento un llanto de
mujer.
“¿Quién será? Me parece que se acerca Marilina.”
No tardó ésta en asomar.
-—Manuel, acaba de llegar una mulata
—¿Qué quiere?
—Dice que tiene a su esposo muy malo. Dice también que
es muy amigo tuyo... Que hace muy pocos días le diste una
medicina para una úlcera que tiene en el estómago.
—¡Ah!, sí; ya sé quién es.
Y escuchó. Hablaba con la doncella y se la oía llorar,
—Me voy a vestir y a ver qué es lo que le ha pasado al
Brulato, :
Y en un momento se vistió y salió a su despacho,
-—(Jue entre esa mujer—le dijo a Marilina.
Inmediatamente salió ésta y mandó a la mulata entrar.
Era una mujer que representaba unos cuarenta años.
Al ver a Manuel rompió a llorar con amargura. haciendo
desesperados ademanes.
—¿Qué le pasa, señora ?—preguntó Aracil.
—¡Mi esposo! ¡Mi esposo, que se ha puesto muy malo! Me