LA LEY DEL AMOR 2349
los tres, ya que no menos que ellos había sufrido Mariliría en
Una espera nerviosa y mortal!
5e sentó junto a la puerta de la alcoba de su hijo, y cuando
hoto que estesdormía puso la silla de mimbre junto a la-del
dormitorio de su amante,
-—Dú ouide debtaller—rogó a Mercedes, da:cual aún no había
salido de ] a, Habana.
-—Muy bien; desétuida. que así lo haré,
Y con humildad semarchó para estar a la mira de las mo-
distas del taller,
Marilina, tras de lo que les había ocurrido la noche antes
rior, no podía tener uh minuto tranquilo, ¿ Y adónde ir si acora
daban marcharse?
"Manuel no va a querer moverse ahora de La Habana, y
Si-nos quedamos, el mejor día mata a UR E
De pronto estremecióse al ver junto a ella a Joromo,'el
Mulato. En los ojos de éste se not: ba un extrañó peo,
—¿Qué quieres, Jeromo ?—le preguntó Marilina.
Un sonido inarticulado salió del pecho del mulato:
“—Señora: ¿Quiere usted que mate esta misma noche a su
Marido ?
—No--repuso ella pon ¡éndose más blanca que una miert: a—,
No q juiero que le mates.
FI
— Honra
ace usted muy mal, Siyyo no le mati o, él matará a don
Manuel ty asu hijo:
Marilina no le contestó y se quedó eon los ojos muy abiér
tos,
—No quiero que nos manchemos con sangre-—arguyó—. Nos
Tacría inuy mala suerte
E raquel momento Pa aron a la puerta.
—¿Quién. será?—musitó Maárili ma—. Anda..., abre tú. Jén
Yomo,