Full text: [2] (2)

LA *ERY-DEP 
AMOR 
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—Muy mal hecho. Tú no debes hablar así de mi hijo con 
personas desconocidas. Te lo tengo dicho; Mari Pepa: 
a muchacha no contestó y se retiró a sus habithelones un 
STA ] : Sota any í 
brete a6 cier pesetas suponia 
poco diseustada; pero como el 
mucho para ella, no le pesaba haber dado los infoíinesa aquel 
desconocido, 
| “Tan buena madre es que lo háce malo. Mejor sería qué 
le diera una paliza diaria.” | 
Blanca era, en efecto, una hbueña madre, y su hijo, desde 
su más tierna edad, había sido para ella un pequeño tiraño. 
—¡ Hijo mío, que no quiero que seás un hombre inútil el 
día de mañana! 
¡Bah! 
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as tan escéptico, hijo mío. Quiero que estudies una 
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carrera, aunque no te sirva para nada. ¿Te gustaría la de méx y 
dico? : 
—No. Un médico ha de tener un alto espíritu de sacrificio; 
y eso me falta a mí. Yo sería. médico sólo para ganar mucho 
dinero. 
—¿Y qué falta te hace a ti el dinero si eres millonario? 
—Pues por eso mismo, Para trabajar hay qué tener un es- 
tírulo. 
Y el niño, como no tenía tal estímulo, salía mal en todos 
los exámenes. 
Un día planteó a su madre la cuestión. 
—Mamá—dijo—, no me mandes a estudiar perque no te 
haré caso. 
Inútiles fueron todos los ruegos y amonestaciones de 
lanca. Abelín se negó a estudiar, y una mañana, muy tem- 
prano, tiró por el balcón todos los libros. Unos muchachos que 
basaban por allí se apoderaron de ellos y no tardaron en lle-
	        
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