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LA LEY DEL AMOR 1895
Muy temprano se arrojó de la cama y se vistió, mas no
con su ropa habitual, sino con un mono azul como los usados
por los trabajadores metalúrgicos. Hecho esto salió a la calle,
sin llamar a Jeromo para que le sirviera el desayuno.
“No creo que Jordán salga tan temprano de la quinta,
pero bien pudiera hacerlo así”, se dijo.
Y murmurando esto tomó la dirección del domicilio del
mejicano Malaespina, bajando a buen paso por las madrile-
físimas calles de Toledo y la Arganzuela,
“¡Mira que si no va a ver a la niña hasta la tarde!”, mu:
sitó.
Y al llegar a los arbolillos que había frente a la quinte
«acó una lima y una pequeña barra de hierro.
“El caso es que no me vean inactivo”, murmuró.
Y sentándose en una piedra se puso a observar a traves
del ramaje de los arbolillos. Si alguien pasaba cerca de él y le
miraba se ponía a limar la barrita de hierro.
Manuel empezó a sentir hambre.
“He debido desayunar antes de salir de casa”, MUrmuro
en voz baja.
El continuo observar empezó a fatigarle.
“Mucho tarda en salir Jordán”, pensó al ver que un mu:
chacho salía por la puerta de la quinta.
Aquel joven era portador de una gran cesta llena de bu:
ñuelos.
—Muchacho—le dijo Manuel—, dame una peseta de bu:
ñuelos.
-—Al instante, señor. '
Y contó hasta cuarenta y los metió en un junco.
Aquí tiene, buen hombre—. Mejores que éstos no los
come el alcalde de Madrid.
Manuel empezó a comerlos con parsimonia, y cuando lle-