Full text: [2] (2)

LAURO LAURI 
terceuiías. besó: a, la ¡pequeña Marilina, a. Manolito, no 
gin ponerse acarminada, y a Jeromo el mulato. 
-¡(Qué casa más bonita tienen! —articuló. 
Y sus hermanos la llevaron a ver el jardín y todas las na- 
bitaciónes. 
—Mira, aquí en mi alcoba te pondrá la doncella una cama 
y hablaremos hasta que nos quedemos dormidas, 
-——Me tenéis que llevar a ver las bellezas que encierra el in- 
terior del Monasterio, 
- Mañana mismo os llevaré a las dos-—dijo Manolito 
¡Y a ver la Silla de Felipe 11! —añadió Marilina. 
Manuel también estaba jubiloso. 
--Aquí no la encontrará don Alvaro 
por mucho que la bus- 
que—le dijo a su amante. 
¡Quién sabe! —arguyó ella, tras. de quedar unos momentos 
abismada. 
—¿Urces que nos encontrará ?»¡No le temas tanto! 
— ¡Que Dios no le traiga por aquí! 
—Y si lo trae, será para morir; no te quepa de ello la menor 
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— ¿€ Aatreverias a mancharte con su sangre? 
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“ve atrevería a todo con tal de evitarnos la presencia de 
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ún nompore que no na 
sabido más que atormentar siempre ¿ 
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log que na tenido a su alrededor, aunque hayan sido, una 
mujer como tú o su propia hija, 
Y los ojos de Manuel brillaron como dos hogueras infer- 
hales. 
¿"Na 
-——¡No me pongas nerviosa, Manuel! 
——Tú eres la que no tiene que hablarme del hombre por 
cuya causa la domadora Isabel puso a mi hijo entre las ga” 
rras del león. No quiero que manches tus labios con su nom- 
bre,
	        
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