LAURO LAURI
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Mar-
<—Muy niña era cuando le puso su abuelo el nombre de
quergita”, y me parece que se va a salir con la suya.
—¿Y si yo me saliera con la mía?
— ¿Qué quieres decir?
(Que anoche me salió un pretendiente que tiene muchos
millones y. que, según me dice en unas líneas que me ha diri-
gido, está dispuesto a arruinarse por mí.
Maravillas abrió los ojoscomo si se le fueran a saltar,
—¿Y quién te ha dicho tal eosa?-—inquirió.,
—Alvarito, que me trajo anoche una carta de él y un cheque
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¡
en blanco. Mira, mamá,
Y Milagritos enseñó a su madre una carta y un cheque
en blanco.
La gitana pasó sus negros ojos por la carta sin que se
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notase en su rostro la menor alteración; pero al llegar a la
firma se puso más blanca que la cera.
—¡Don Alvaro Malaespina!-—articuló.
-—¡Ah!—dijo Milagritos—, ¡Y que no me habia m3jado
en el nombre! Ahora mismo le voy a devolver el cheque y s
escribirle una carta diciéndole que no quiero de él ni los “bue-
nos días”. '
Mientras la joven hablaba y sus mejillas se ponían come
dos amapolas Maravillas miraba el cheque en blanco y $us
ojos relucían como dos hogueras
-—¡Modérate, hija mía! -—le 6 o-—. Quiero que me escuches
con mucha atención.
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—¿Qué me vas a decir? ¿Moe tienes en tan poca estima que
pl
me vas a mandar que acepte el dinero del hombre que un día
fué tu amante?
Qí
o,
—¿A cambio de qué?
-A cambio de nada. ¿Me tienes por tan mala mad