Full text: [2] (2)

Ea80 TAURO LAURI 
“¿Quiero el señor juez que deje depositada una cantidad 
en concepto de fianza? —preguntó Manuel Aracil. 
—No, señor—contestó el magistrado. 
-—| Entonees! 
—fe puede usted marchar tranquilamente con su hijo. 
-—Muchísimas gracias, señor juez, 
Y todos salieron a la calle. En la puerta se hallaba, bajo 
el cuidado de un muchacho, el auto de Aracil, 
Este estrechó la mano que le tendía don Marceliano. 
Muy agradecido, señor... Si en algo le puedo servir me 
puede mandar incondicionalmente. ¿Quiere usted que le lleve 
a Madrid? Ahora voy hacia allí, 
—¿Me lo dice de veras, don Manuel? 
—¿Y por qué le había de mentir? Llevo a mi hijo para mar 
tricularle en San Carlos, 
— Acepto su invitación. Mañana vendré nuevamente con un 
remolcador para llevarme mi coche, semideshecho por el in- 
cendio del motor, 
“No hay más que hablar. Suba y siéntese con mi hijo. 
Y mientras subía don Marceliano él se sentaba en el “bar 
quet”., 
Acto seguido se dirigió a su casa para tranquilizar a Mar 
rilina, 
—No ha pasado nada—dijo a ésta, que se hallaba en la 
puerta—. Escucha lo que ha sido... 
Y en un momento le contó lo que le había ocurrido a $U 
hijo. 
-—Aquí le tienes... Dale un abrazo, que me lo llevo a BAD 
Carlos para matricularle... 
—¿Y me lo traerás mañana? ¿No me lo dejarás allí? 
—No... Te lo traeré a eso de las dos.
	        
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