2502 LAURO LAURI
¡Jesús mío! —articuló—. ¡Ha sido mi hijo! No pongo en -
duda que ha sido él,
Al entrar en el despacho donde estaba su esposo dejóse
saer, Horando, en un sillón.
No Nores—le dijo don Juan Manuel con amargura—. Es
que yo he sido Muy malo, y qomo Dios es justiciero, ahora me
paga su recibo. :
—¿Y a mí, que soy inocente de lo que has hecho tú?
—Dios sabe muy bien lo que hace —arguyó en voz baja el
“Misterioso”: :
No lo dudo—repuso Blanca Nieves en tono enigmático.
¿ Hubo un largo silencio. Blanca asomóse al balcón, y el
“Mistetioso” se puso a escribir.
,
— ¡Quién sabe dónde estará el mocito!—monologaba—. Qui-
zá no venga esta noche.
Mientras tanto, Blanca, apoyada en la barandilla del bal-
cón, no apartaba sus ojos de la esquina.
“No querrá venir hasta que su padre esté acostado”, nO
paraba de murmurar.
La noche avanzaba, y el reloj dió las.once.
Una doncella asomó por la puerta del despacho y la llamó.
—Señora..., ya está puesta la mesa.
—No tengo gana. Que cene, si quiere, el señor
Don Juan Manuel hizo con la cabeza un movimiento »t-
gativo.
-—Me pasa lo' que al ti, No tengo gana de abrir la boca.
La doncella salió de la estancia.
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