LA LEY DEL AMOR 26005
2 El joyero lo miró con la lupa y sus ojos relucieron de
Codicia, j
“¿Qué quieres por ól?—le preguntó. Te doy seliscientas
Pesetas ahora mismo,
“Quiero mil. Ni una peseta menos.
No, no, hijo mío. Mil pesetas es muclio dinero. Todo está
"Uy mal y no se vende nada.
—Es que si nos arreglamos le podría tracr otro day or.
¿Tú? preguntó con los ojos Inuy abiertos el joyero.
Mi señor
¿Y dónde lo tienes?
—En una cása donde amé tienen recogido y duy 4 señóba
a]
Quiere edimo si en véalidad fuese mi madre,
“¿Muy lejos de aquí? y
Abelín miró con desconfianza en torno suyo y sus 0JOS se
der Uvieron en una puerta que había a la crecha,
T¿Nos está escuchando alguien ?- -preguntó.
¿Que yo sepa, nadie, ya que la criada no tiéne el mal vicio
de escuchar.
—Me alegro,
El joyero se quedó mirando al mocito cón fijeza. ¿Que
le tendría que decir tuando no quería que nadie lo escuchara?
—Puedes hablar tranquilamente—le alentó.
¿MBien, En un sótano de la casa donde vivo hay un arca que
debe «er del tiempo de los árabes. En el interior de dicha
Mlca hay un tesoro en monedas de oro antiquísimas, brillan-
ts, perlas, esmeraldas, rubíes. Seguramente, las debió de en-
Wrrar algún movo, Yo no entiendo si son buenos o falsos.
Y > Y por qué no te los vas trayendo poco a poco, sin que se
Mteren los dueños de la casa?
—Porque quiero que usted los vea allí,